martes, 26 de enero de 2016

De Los Toldos al mundo entero

Los Toldos es la Ciudad donde nació una mujer por la que tengo una especial debilidad: Evita. 
Pero lo que me llevó a Los Toldos esta vez fue conocer a otra gran mujer de la que mucho me habían hablado: Margot Goycoechea. 
Cuando le escribí para concertar un encuentro, inmediatamente me puso en contacto con sus colegas del Foro Ambiental de Los Toldos. Allí aparecieron en escena Federico Blonda, su mamá, Mary Blonda, el compañero de ésta, Marcelo Benítez y Romeo, el caniche de la familia, quienes sin conocerme me ofrecieron un delicioso almuerzo, me abrieron de par en par su casa y me hicieron sentir como un hermano y un hijo más los días que estuve en Los Toldos. 
Federico y Mary, nacidos en Castex, La Pampa, tuvieron una militancia muy activa en la lucha por la erradicación de los transformadores con PCBs y en la defensa del agua en dicha localidad, inspirados por la mamá de Mary. Mary luego se mudó a Los Toldos, donde se casó con Marcelo, un ex corredor de autos multipremiado y actualmente proveedor de servicios de cosecha fina y gruesa. Federico se fue a estudiar gestión ambiental en Mendoza, donde conjuga sus estudios con una militancia muy activa en la Asamblea por el Agua. 
Lo que más le apasiona a Federico es la dinámica asamblearia en sí: la lucha colectiva en pos de un objetivo común en la que las decisiones y estrategias se toman horizontalmente y por consenso. Es desde esa clara convicción que puso en cuestión mi amor por Evita y me reemplazó el término "Presidenta" del Foro con el que me referí a Margot por el de "integrante". Parece vivir de modo consecuente con esa idea. 
Tras el almuerzo nos dirigimos al local del Foro, emplazado en una oficina en la estación del ferrocarril, donde pude conocer finalmente a Margot y a lxs demás integrantes del Foro. Margot resultó ser tal como me la había imaginado: pequeña, de una gran fortaleza, movimientos suaves pero seguros, mirada transparente, sonrisa dulce y tierna, porte de líder y voz ligeramente curtida por años de asambleas. 
Aquí dejo a Margot no solo por darle el gusto a Federico sino también porque lo que me encontré es, en efecto, un colectivo consolidado. Allí están Cristina (a quien no pude conocer personalmente porque no estaba en Los Toldos esos días, quien vivió en carne propia los efectos de las fumigaciones), las hijas y nietxs de Margot, Celeste y Roxana Miranda, Florencia Capurro y Gonzalo Galbetti -quienes habían cursado el Seminario Virtual de Soberanía Alimentaria organizado por ATE y la Cátedra German Abdala del que tuve el honor de ser tutor- y Florencia Herce, entre otrxs.
El Foro Ambiental de Los Toldos es un colectivo organizado, formado, activo y militante. Están al corriente de cada cuestión ambiental que sucede en el Partido y han abogado de manera persistente y tenaz por una ordenanza municipal que limite las fumigaciones terrestres y aéreas, prohíba la circulación de mosquitos en el ejido urbano y regule eficazmente la gestión integral de los agrotoxicos en el Partido.
Son conscientes de la necesidad de tejer y enlazar redes, por lo que organizan encuentros y mantienen diálogos fluidos con otras luchas socioambientales. 
Fruto de esa lucha colectiva el pasado 3 de diciembre el Consejo Deliberante aprobó la ordenanza municipal que, si bien dista de lo que el colectivo pretendía, constituye un avance muy significativo con relación al estado de cosas anterior. 
Lxs integrantes del Foro me llevaron a conocer la Ciudad, indicándome con precisión las zonas de conflicto, el basural, la fantástica huerta agroecológica de Fernan y Pablo -lamentablemente asediada por un Feedlot contiguo-, el Polo Energético conocido como La Olla, el Barrio Mapuche La Tribu -sobre el que me explayaré aparte- y me invitaron a un rico diálogo de saberes en el bar Barbarie, en el cual pude conocer a otrxs integrantes del Foro, como Violeta Herce y otras experiencias agroecologicas de la zona como la que desarrolla Marcos Calderón. 
El Foro ha logrado un principio de adecuación normativa, pero esto es sólo el primer paso. Luego vendrá la fiscalización de su cumplimiento y allí estarán los integrantes del Foro, unidos, vigilando paso a paso que la ordenanza se cumpla. 
Un excelente ejemplo de que un grupo de ciudadanos autoconvocados, creíbles y coherentes y adecuadamente organizados, tiene un potencial indestructible para cambiar las cosas. 











El despertar ambiental de un pueblo

George Orwell una vez dijo: "hasta que no tomen conciencia de su fuerza, no se rebelarán; hasta que no se rebelen, no tomarán conciencia de su fuerza". 
En Rojas fui testigo del dificultoso, lento, despertar ambiental de un pueblo. 
El terreno es poco fértil: aquí la Revolución Verde mal llamada Revolución y mal llamada Verde pisa fuerte. Aquí donde extiendas tu mirada, hijo mío, verás soja. Tanto se expande, tanto se expande, que avanza sobre las banquinas de las rutas del partido, destruyendo ese reservorio de biodiversidad que son las banquinas. Y como las banquinas son terrenos fiscales, el municipio se pone firme: les cobra alquiler a los productores! Pero tranquilo, hijo: lo recaudado va a las escuelas. Aún así, no alcanza. La frontera sojera llega hasta la medianera de las casas. Aquí no hay ordenanza Municipal que fije distancias mínimas de fumigación. Y el mosquito pulveriza sus venenos, pared mediante, de un jardín o una pileta en la que juegan los niños. Los trabajadores aplicadores aplican sin protección. Y, si la superficie a fumigar es demasiado grande, están los aviones, para los que tampoco parece haber distancias mínimas. Y cerquita de donde se cargan, despegan, pulverizan, aterrizan y limpian los aviones fumigadores nacen, viven, se aman, se reproducen y mueren seres humanos, como vos y como yo.
Como si esto fuera poco, agreguémosle unos feedlots cuyos desechos de barro, bosta, químicos, antibióticos y amoníaco drenan hacia cursos de agua o filtran sus nitritos a las napas. 
Sumémosle el peladero de pollo cuyos desechos -dicen las malas lenguas del pueblo pero no pude constatar- se vertirian en el río Rojas, la arteria acuática que atraviesa la Ciudad. 
Añadámosle un gigante basural a cielo abierto rodeado de campos de soja en el que coexisten los residuos domiciliarios con los envases de agrotóxicos sin lavar ni tratar y donde todas las mañanas, según me dijeron, acuden personas a tratar de rescatar algo.
Agreguémosle unos imponentes silos donde se conservan y curan semillas y los transformadores que hasta no hace mucho contenían PCBs y que -según otras malas lenguas- habrían sido enterrados en el Paseo de los Pescadores, un espacio recreativo municipal donde hacen picknicks las familias y contemplan el atardecer los enamorados. 
Ese cuadro de situación significa mucho trabajo para una autoridad ambiental. Si la hubiera. 
Como no la hay, y los problemas, como se ve, son muchos y variados, pasó lo que tenía que pasar: los vecinos se autoconvocaron y empezaron a organizar un Foro Ambiental de Rojas. 
Entre sus miembros, se encuentra el abogado Juan Ignacio Pereyra, quien representó a muchas familias afectadas por cancer por los PCBs y actualmente está llevando a cabo algunos juicios por fumigaciones. 
Pero, más allá de su comprometida labor social y profesional, Juan Ignacio y los demás integrantes del Foro están tratando de generar conciencia entre la comunidad de Rojas sobre los múltiples problemas ambientales que los aquejan y, en definitiva, los están enfermando y matando.
Por eso convocaron a una marcha en solidaridad con el bloqueo a la planta de Monsanto en Malvinas Argentinas. Precisamente en Rojas, ciudad en la que reina y gobierna la multinacional estadounidense. 
Cada vez son más las personas que se suman al Foro o que, tímidamente, apoyan su causa aunque no participen aún de sus marchas, movilizaciones y actividades. Sobre todo, los más jóvenes. 
Como en otros lugares, en Rojas no se sentaron a esperar que las soluciones vengan de arriba. Se juntaron, se organizaron y empezaron a exigir lo que corresponde, lo justo, desde abajo. Porque con intereses tan grandes en juego, ni una acción de amparo ni una política pública se mueve sino hay un pueblo, organizado, que la empuje. 
En Rojas parece haber un esperanzador despertar de esa conciencia colectiva. Gracias, Juan Ignacio Pereyra y Guillermo Fischnaller, por animarme a seguir creyendo. 






















En Rojas, María Eugenia reina y, desde diciembre, gobierna

María Eugenia llegó a Rojas en 1994. Menem lo hizo y nadie la detuvo.
Desde entonces, no ha parado de construir poder. 
Su área de influencia se circunscribía al principio a unas 22 hectáreas en Rojas, pero de a poco fue extendiendo su influencia a todo el pueblo de Rojas y más allá, a Carabelas, Obligado y Pergamino. 
Generó cuatrocientos puestos de trabajo, realizó importantes donaciones y organizó actividades de voluntariado y cursos de capacitación.
Donó cuarenta trajes de bombero de ultima generación y pintó y parquizó el centro de Bomberos Voluntarios de Rojas por un valor total de $600.000.
Donó materiales por $40.000 y el trabajo "voluntario" de sus trabajadores para pintar, junto a los trabajadores de la UATRE, el Hospital Unzué de Rojas.
Donó una ambulancia (unidad de terapia intensiva movil) junto al Rotary Club por un valor de $600.000  para traslados desde dicho hospital a otros centros médicos de mayor complejidad. 
Pintó el Centro Educativo Solar Feliz y el Jardín Maternal Arco Iris de Rojas. 
Colaboró con el Centro Conin de Pergamino y el Hogar de Ancianos Douglas Haig.
Organizó cursos de complementos de estudios, mantenimiento domiciliario, guitarra, alimentación sana y proyectos productivos para los 151 trabajadores rurales del Campamento de San Luis en Rojas.
Mantiene las banquinas y hasta reparte pochoclo con su nombre a los niños que asisten a la colonia de vacaciones.
Ofrece una frondosa pausa publicitaria a los medios gráficos y radiales, a través de la cual invita a que conozcan "quién es realmente". Pero, cuando se habla mal de ella, no duda en llamar a los dueños de los medios o en enviar cartas documento. 
A través de todas estas cosas, María Eugenia procura comprar voluntades, apoyos y silencios. 
En diciembre, cansada de reinar sin gobernar, colocó personas de su confianza, sin dobleces, en el gobierno nacional, provincial y municipal. 
Todo esto lo hace para procurar revertir su pésima fama. 
Esa que se supo ganar al haber producido junto a otras ocho empresas el agente naranja con el que se desfoliaron las selvas vietnamitas y que sigue provocando, aún hoy, cánceres y malformaciones entre los descendientes de los soldados estadounidenses y entre los descendientes de los vietnamitas –fumigadores y fumigados- por igual (aunque indemnizados los primeros pero no los segundos). 
Esa que se supo ganar al haber inundado el mundo entero con sus PCBs cancerígenos.
Esa que se supo ganar con el desarrollo de la hormona de crecimiento bovino. 
Esa que se supo ganar con el patentamiento y la comercialización en exclusiva durante 20 años del roundup, el agrotoxico más usado en el mundo y que se fumiga sobre los cuerpos de 14 millones de habitantes en Argentina, nos llega a los 40 millones a través de la cadena alimentaria y hoy puebla nuestra sangre, nuestros tejidos y nuestra leche materna, además de nuestros suelos y nuestras aguas. 
Esa que se supo ganar al sostener que el roundup, su "máquina de hacer dinero" (según el embajador de Estados Unidos en Argentina) es inocuo, cuando la OMS, después de demasiado tiempo, concluyó que es un probable cancerígeno.
Esa que se supo ganar al haber perseguido a los científicos comprometidos con la ciencia, la verdad y la vida, como Andrés Carrasco y el Profesor Seralini, entre tantos otros. 
María Eugenia está preocupada por su mala fama, esa que se supo ganar. 
Por eso hace todo lo que hace en Rojas y más allá: para contrarrestar el daño que le ocasiona a sus negocios que los pueblos se informen, se organicen, se movilicen y le digan basta, fuera. 
Que bloqueen sus plantas.
Que organicen marchas multitudinarias en más de doscientos ciudades para repudiarla. 
Que no le permitan expandir sus negocios. 
Que no le den licencia social para operar en sus territorios. 
Que se lo digan, que se lo canten. 
Por si acaso, no estoy hablando de María Eugenia Vidal, la flamante gobernadora de la Provincia de Buenos Aires.
Sino de María Eugenia, a secas, la poderosa de verdad: la planta clasificadora de semillas de maíz de Monsanto en Rojas.











El Viaje por la Soberanía Alimentaria empezó para la mierda

"Con agua y mierda, no hay cosecha que se pierda", dice Jairo Restrepo Rivera, el ingeniero agrónomo colombiano que convence a cada vez más gente que la agricultura orgánica no sólo es necesaria sino posible (www.lamierdadevaca.com).
Entre los convencidos, se encuentra mi amigo Jeronimo Meincke, abogado oriundo de Rojas a quien tuve el placer de conocer en la Defensoria General de la Nación y que luego asistiera a nuestra Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Escuela de Nutrición de la UBA.
Jero concurrió al curso que Restrepo dictó hace un año junto a María Inés Diorie, ingeniera agrónoma que, según sus palabras, tras su de–formación profesional en la Universidad Nacional de Córdoba, "envenenó el país entero" combatiendo la diatraea, plaga conocida como la "barredora del tallo del maíz". Tan eficiente fue en su labor que hasta integró las huestes de Syngenta.
Restrepo le quitó "las escamas de los ojos" y, cuando regresó a Rojas, fundó Agricultural, iniciativa destinada a la producción del fertilizante biologico SuperMagro. Así, Jero y María Inés, como dos locos, recorren en la chata las calles y campos de Rojas juntando bosta de vaca, suero de la fábrica de queso, plumas de gallinas del peladero y fosfitos que obtienen a partir de la quema de los huesos de cerdo del frigorífico. Todo eso va a parar a unos biodigestores con agua en los que la mezcla fermenta y se reproducen los microorganismos. Una vez listo el SuperMagro, se aplica en la tierra como fertilizante y se regenera ese maravilloso complejo vivo llamado suelo. Los microorganismos hacen su trabajo y le aportan a la planta los más de setenta minerales que precisa (en vez de la tríada de fósforo, nitrógeno y potasio que aportan los fertilizantes químicos). La planta nace sana y fuerte y, como tal, no atrae insectos ni la atacan los hongos, con lo que reducen o eliminan el uso de insecticidas y fungicidas.
El siguiente paso es convencer a los productores, adictos al paquete tecnológico químico. El desafío es grande porque estamos en la zona núcleo del núcleo: la tierra en la que "los mejores suelos del mundo" fue invadida por el complejo sojero. Un productor que profesa el budismo les permitió experimentar en unas hectáreas y, al ver el resultado, extendió su aplicación a sus 1300 hectáreas. Cuando "el gringo ve que así, con mierda y estas cosas que traeamos, la planta crece fuerte y no es necesario gastar en fungicidas e insecticidas, lo piensa", dice María Inés, eufórica. Es un mensaje al bolsillo, la viscera más sensible del productor. Es posible producir de otra manera, ecológica y, por si eso fuera poco, más barata.
En mis días en Rojas me sumé a la elaboración del SuperMagro, así que, enhorabuena que este Viaje por la Soberanía Alimentaria haya empezado para la mierda.





domingo, 3 de enero de 2016

Mañana comienza el Viaje por la Soberanía Alimentaria

Hace exactamente una década, estaba armando la mochila para emprender un viaje que me llevaría a recorrer, durante un año y medio, dieciocho países de África y cuatro de Asia.
A través de la Ruta del Hambre, procuré entender por qué, cada día, en este mundo de abundancia, millones de hombres, mujeres y niños, son condenados, silenciosamente, a sufrir hambre y malnutrición. Las reflexiones de ese viaje, en forma de Señales de Vida, las he ido volcando, catárticamente, en el blog Sin Citas
Cuando regresé a Buenos Aires, tuve el privilegio de ser designado Coordinador del Seminario Interdisciplinario sobre el Hambre y el Derecho Humano a la Alimentación Adecuada de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, espacio desde el cual me propuse instalar el debate sobre el derecho a la alimentación y la soberanía alimentaria en la Facultad de Derecho y generar conciencia sobre el tema entre los estudiantes de abogacia, la comunidad educativa y, a través de su página de facebook, al público en general.
A partir de esa experiencia he ido encontrando en el camino a numerosas personas que, desde distintos ámbitos, vienen hace tiempo militando por la soberanía alimentaria, junto a lxs cuales hoy tengo el honor y la alegría de compartir actividades de docencia, investigación, extensión y militancia a través de las Cátedras Libres de Soberanía Alimentaria.
Además, sembramos las primeras semillas de un futuro Museo del Hambre -El Hambre, sólo en un Museo.
Hoy, diez años después de aquel viaje, vuelvo a la ruta para hacer, a lo largo y ancho de nuestra querida Argentina, este Viaje por la Soberanía Alimentaria. 
Esta vez no lo hago solo, como en aquella oportunidad, sino junto a Rocinante Soberano, el auto que heredé de mi viejo y que aún conserva su olor. Y además, viajo junto a un sinnúmero de hermanxs que me han facilitado contactos, referencias y consejos. Están todxs en el asiento del acompañante porque esta lucha en la que estamos embarcadxs no puede ser sino colectiva. Y quien se quiera sumar en algún tramo, es bienvenidx!

El Viaje por la Soberanía Alimentaria es un proyecto autogestivo y autofinanciado destinado a conocer, en el terreno, cómo se producen, distribuyen y consumen los alimentos en toda la Argentina. 
Pretendemos identificar y documentar las violaciones a los derechos humanos –en especial al derecho a la alimentación adecuada- que provoca el sistema alimentario hegemónico. 
Al mismo tiempo, buscamos rescatar, visibilizar y enlazar en red a lxs hombres y mujeres que luchan por la soberanía alimentaria a lo largo y ancho del país y que, con su esfuerzo, su sudor y sus diferentes luchas, nos demuestran a diario que otra forma de producir, distribuir y consumir alimentos en Argentina es necesaria y posible.
Mañana partimos hacia Rojas, primer destino de este viaje, con la idea de recorrer todas las provincias argentinas en un año.
Para que este viaje sea efectivamente un ejercicio colectivo, mucho les vamos a agradecer que compartan por cualquier medio contactos, experiencias, denuncias, luchas y resistencias para que podamos conocerlas. 
Del mismo modo, si en las distintas localidades hay abogadxs interesadxs en sumarse a Abogadxs en Red por la Soberanía Alimentaria, por favor háganoslo saber. 
Todo lo que veamos lo iremos compartiendo a través de este blog y de las redes sociales.
Estamos luchando por una Argentina en la que todxs podamos comer sano, seguro y soberano. 
Acaso lo que decimos no sea verdadero; más ojalá que, fruto de esta lucha colectiva a la que sumen cada vez más personas, sea profético...